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LA "CULTURA DEL SÍ" | LA "CULTURA DE LA FELICIDAD"

Leía recientemente la noticia de un viaje geroasistencial realizado por Inforesidencias a Holanda en 2013, donde visitaron lo que al principio parecía una residencia de ancianos, otra entre muchas. Humanitas Akropolis, en Rotterdam.

No era una residencia. No al menos como las que nos podemos imaginar aquí. Era más bien un complejo residencial “COHOUSING”. Para no versados: una especie de comunidad o complejo residencial diseñado, construido, administrado y gobernado (normalmente, pero varía mucho de unos casos a otros) directa o indirectamente por quienes viven en ella, contando para lo que necesiten con servicios externos. Respetan los espacios individuales pero enfatizan los espacios comunes. No la típica sala común multiusos. No. En este caso de Holanda tenían jardín, zoo con animales de granja, restaurante self-service, bar, peluquería, “plaza de pueblo”, zona de juegos/deporte… Muchos de estos espacios al aire libre. Y muchos también abiertos a la comunidad, a los visitantes.










¿Será esta la tercera "H”: Hogar


De hecho, el lema del modelo de envejecimiento y asistencia que hay detrás de esta propuesta es: “No en casa, pero como en casa”. Aunque de hecho se acabe convirtiendo en su casa. No en la “casa” que todavía el modelo residencial tradicional nos intenta vender, con ambiente y atención entre hospitalario y hotelero. Aquí es verdaderamente “casa”.

Pues bien, en la noticia que relataba esta visita al complejo residencial cohousing de Holanda, resaltaban dos “descubrimientos” que hicieron y que me llamaron poderosamente la atención. Se traducían en dos expresiones, o conceptos: “CULTURA DEL SÍ” y “CULTURA DE LA FELICIDAD”. En realidad eran el manifiesto de una manera de entender y vivir la atención a mayores. Y digo atención y no cuidado (tendré que plantearme eso de la "Cultura del cuidado") porque de hecho desterraban el concepto de cuidar.

Muy a menudo lo que tenemos que hacer es apartar el curar/cuidar de esas personas y es la organización la que debe preocuparse por enfocar la atención en la consecución de lo placentero de la vida que todavía se pueda disfrutar. La actual preocupación por aspectos médicos e higiénicos, el establecimiento de reglas, la discusión en todos los niveles (enfermería, médicos, dietistas, trabajadores sociales, psicólogos...) sobre estos sujetos, ocasiona una atmósfera negativa. Si se acentúan las cuestiones médicas la imagen positiva de la vida tiende a desaparecer y las instituciones donde se cuida a esas pesonas se cinvoerte en lo que Becker llama "Islas de Miseria".
(Extracto de un documento entregado a los visitantes)

Muy orgullosos explicaban quienes ahí trabajaban que ellos —ni los trabajadores ni la propia organización— no estaban para cuidar a nadie. Estaban para hacer felices a las personas. ¡Ole! Y por eso trabajaban firmemente convencidos de su acierto en crear y cultivar una cultura de la felicidad, y no del cuidado. ¿En qué se plasmaba esto? En las ideas esenciales que ya propone desde hace tiempo el Modelo ACP: respeta a la persona, respeta sus decisiones, sus deseos, sus intereses, conoce quién ha sido y quién es, satisfácela siempre que sea posible, hazla feliz, dale el gusto. No a costa de todo. Pero sí a costa de muchas cosas que todavía nos sigue horrorizando si quiera el plantearlas: un vasito de vino en las comidas, más azúcar en el café, un pantalón difícil de poner y quitar, un paseo a deshoras, una visita intempestiva…

Y esto nos lleva a la “CULTURA DEL SÍ”: Significa que todos los que intervienen (mandos, empleados, familia, clientes y voluntarios) deben tener una actitud positiva en relación a cualquier petición, demanda o deseo que manifieste el cliente para mantener el control sobre su vida” (Extracto del documento entregado a los visitantes).

En Holanda no lo llaman ACP, pero explicaba el documento del centro: "La nueva filosofía para el sector del cuidado: La felicidad como objetivo definitivo y la cultura del sí es el vehículo para alcanzarla”.

Ahora nos enorgullecemos de llegar por fin a la conclusión de que no se trata tanto de añadir años a la vida, sino vida a los años. Puede entonces que en esto Holanda y tantos otros países (también hay casos en nuestro propio país, aunque nos guste tanto mirar fuera), lleven la delantera. 

Intentemos más decir “SÍ” y hacer felices a las personas. 




 

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