Por todos es sabido que nuestro país envejece a ritmo acelerado. Al igual que el resto de países en el mundo, en realidad, cada uno con sus circunstancias.
En España, los desafíos del sector sociosanitario se vuelven cada vez más complejos y urgentes y no parece claro que la sostenibilidad del sistema de cuidados (familista, en nuestro caso) esté asegurada a medio plazo.
La falta de personal y su baja cualificación, la necesidad de relevo generacional y la demanda creciente de cuidados especializados para atender a personas mayores y dependientes de perfil cada vez más complejo, son solo algunas de las dificultades que enfrenta el sistema de cuidados de larga duración.
¿DISEÑAMOS LA FORMACIÓN QUE NECESITAMOS?
Esta pregunta surge
siempre que hablamos del cuidado a personas mayores y dependientes.
La realidad es que el ámbito de la formación se mueve ahora mismo en un océano rojo. Seguro que esto te suena…
- Recibir en tu correo electrónico la oferta formativa de una empresa nueva cada día.
- Ojear ofertas comerciales que incluyen más de 100 cursos, de todos los temas habidos y por haber.
- Vivir con la sensación de que si no consumes tu crédito formativo es porque no quieres, porque por falta de oferta no va a ser.
Algo huele raro…
Seguramente tú, como yo, te has visto embarcado en formaciones que prometían mucho al inicio y que se han quedado en humo.
- Formaciones muy teóricas totalmente desconectadas de la realidad.
- Formaciones puramente prácticas que ofrecen recetas para que no tengas si quiera que pensar.
- Formaciones asépticas en las que la formación en valores (esa que te remueve, te enfrenta a preguntas incómodas y te obliga a pronunciarte en tu manera de entender la vida y el cuidado) ni se la ve ni se la espera.
- Formaciones en las que te explican con detalle lo que deberías hacer pero no te dicen cómo hacerlo ni te acompañan en el difícil proceso de cambiar.
Y volvemos a la misma
pregunta, ¿diseñamos la formación que necesitamos?
Obviamente no.
Quizás debamos escuchar más a quienes están día a día en el barro del cuidado, los profesionales.
Quizás debamos conversar con las familias, con esas que de puertas para adentro viven en sus casas situaciones insostenibles.
Quizás debamos comenzar a educar en el
cuidado a esas generaciones jóvenes en las que confiamos para el necesario
relevo.
Quizás, y lo más importante, necesitemos empatizar con quienes reciben los cuidados y tantas veces son víctimas de esa falta de formación integral en los profesionales, las personas mayores y dependientes.
Diría que la
FORMACIÓN en mayúsculas en el sector de los cuidados está todavía por
conquistar. Y probablemente, con el tiempo, en ese océano rojo encontraremos
pequeños oasis que nos ofrezcan respuestas reales, honestas y adecuadas a la
necesidad de capacitación, educación y sensibilización de todas las personas que, de una manera u otra, se ven implicadas en esto de cuidar.
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