Debo decir que hoy escribo esta
entrada pensando en dos cuestiones:
1. Se acercan los sanfermines, la
fiesta por antonomasia para los pamplonicas, criminalizada también por algunos,
tristemente.
2. Ayer publicaba Foro LideA el DECÁLOGO INTERGENERACIONAL, con 10 compromisos de la sociedad para mejorar y favorecer
las intergeneracionales.
Alguien dirá: ya está la típica
de Pamplona que le parece que no hay nada mejor que su Pamplona y sus
sanfermines. Pues también. Pero sentimientos aparte. Siempre he considerado que
los sanfermines son, sobre todo, una fiesta enormemente integradora (o
inclusiva) e intergeneracional. Por eso, quien nos haya visitado alguna vez en
esos nueve días, habrá visto varias cosas que le habrán llamado la atención, y
no me refiero a la suciedad, el olor, el ruido y otras cosas.
Lo primero que sorprende a los
visitantes, es el COLOR: rojo y blanco. Concretados en una vestimenta
particular y característica de estas fiestas, homogénea pero enormemente
variada. Todos/as con los mismos colores, pero cada uno/a con su estilo, sus
gustos, su moda. Dos colores que durante 9 días nos identifican y al mismo
tiempo diferencian a cada quien. Nos vinculan a una celebración, una tradición,
un sentimiento. Nos hacen parte de algo único y al mismo tiempo común. Sin
exclusión.
Lo segundo que sorprende es la FIESTA 24 HORAS. Y muy al contrario de lo que los medios de comunicación y
desconocedores críticos de la fiesta creen, no se reduce a borrachera,
desenfreno y manadas. Chupinazo, gigantes, procesión, festivales folklóricos,
deportes rurales, juegos infantiles, encierros, almuerzos, mulillas,
conciertos, verbenas, torico de fuego, fuegos artificiales y un largo etcétera.
Pero sobre todo, si uno vive la fiesta de día, descubre que popularmente el 10
de julio es el día de los niños y el 12 de julio el día de los mayores. Y a lo
largo de los 9 días el programa de fiestas está diseñado y planificado para el
disfrute de todos los grupos de edad, con actividades especialmente pensadas
para unos y otros y para compartir espacios y tiempos.
Y lo tercero que sorprende, directamente
relacionado con lo anterior, es el AMBIENTE FAMILIAR. Bebés, niños, jóvenes,
adultos, mayores. Desconozco si hay muchas fiestas en este país donde el
disfrute sea de verdad “para todas las edades”. Pero quienes han vivido alguna
vez los Sanfermines y lo han hecho durante el día, habrán descubierto que esta
fiesta se disfruta entre amigos, en “cuadrilla”, pero gran parte de los días
discurre en familia. Especialmente cuando vivir la fiesta sólo de noche, ya no
compensa.
¿Qué quería transmitir con esto?
En la teoría todos queremos
construir y disfrutar “una sociedad para todas las edades”, como se propuso en
el año 2002 en la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento. Pero
estudios posteriores han señalado la falta de compromiso real de muchos países para llevar ese
bonito eslogan a la práctica (The Gallup Organization, 2009; Naciones Unidas,
2012). También la dificultad para plasmar la idea de una “sociedad para todas las
edades” en prácticas reales (la ONU insistía en este tema declarando 2012 “Año
Europeo del Envejecimiento Activo y de la Solidaridad Intergeneracional y la
OMS ha puesto en marcha en los últimos años el proyecto mundial de “Ciudades y
Comunidades Amigables con las Personas Mayores”). Y se ha constatado también la
poca intergeneracionalidad real de los proyectos y actividades intergeneracionales
(Hatton-Yeo y Ohsako, 2001).
Y así, a menos de un día de
celebrar un año más el chupinazo y dar comienzo a los esperados Sanfermines,
pensaba yo sobre lo auténticamente intergeneracionales que son estas fiestas.
No porque ningún gobierno o ayuntamiento los haya pensado realmente así, sino
porque quienes construimos sociedad, tod@s y cada un@ de nosotr@s, hacemos
estas fiestas intergeneracionales. Y me pregunto en qué momento empezaron a
serlo, o si siempre han tenido esa capacidad de integración de edades, de
procedencias, de culturas, de personas. De qué manera tan natural vincula a las
familias y los amigos en un ambiente festivo, en el que niños, adultos y mayores comparten
la ilusión de la celebración durante nueve días.
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