Hace un tiempo pude “asistir” en
diferido a la defensa de TFM de la enfermera de atención primaria Elena Logroño
Varela, con quien además pude intercambiar algunas ideas e inquietudes, y a
quien felicito desde aquí por su calificación de Sobresaliente. El trabajo se
tituló “La motivación en el cuidador: una aproximación teórica desde el modelo
de Dorothea Orem” (https://www.youtube.com/watch?v=96xt4JHSMjg&t=16s
Minuto 44).
En poco más de 20 minutos Elena pone
en marcha una lanzadera de ideas, conceptos, propuestas, que son interesantes y
además, en mi opinión, muy certeras. Pero voy a destacar una que
me ha llamado la atención especialmente: la necesidad de cuidar al cuidador.
Esta idea no nos suena ya
novedosa porque llevamos tiempo hablando de la necesidad que existe. Se escucha en los
medios, en las familias, en la calle, de boca de expertos y profesionales… Pero
nunca está de más recordar. Más cuando todavía es una tarea pendiente.
Enlaza además con el riesgo de
deshumanización de los servicios sanitarios y sociales. En realidad casi
podríamos decir, de todo servicio público (no por la titularidad, sino porque se
desarrollan en la esfera pública). Y me interesa volver sobre este tema porque
todos hemos podido tener una experiencia personal más o menos parecida. Porque
hace tiempo contaba mi propia experiencia como testigo de la visita a domicilio de una
trabajadora social para realizar una valoración de dependencia. Y
este verano, hace poco más de un mes, volvía a presenciar esa “deshumanización”
siendo yo la cuidadora (en ese momento concreto) de un familiar.
Esa frialdad que se confunde con profesionalidad,
rigor, eficiencia. Pero que a los familiares y cuidadores que en ese momento
estamos ahí nos invisibiliza. Incluso parece que quita valor o reconocimiento a
lo que hacemos. Como si sólo el enfermo, o incluso sólo la enfermedad, fuera objeto de interés para los profesionales. Asistimos como espectadores a una práctica profesional,
asistencial, de la que nadie duda que esté bien ejecutada a nivel técnico. Pero ¿a nivel humano? ¿Tanto cuesta mirar, saludar, sonreír, preguntar, explicar, tranquilizar,
aconsejar, comprender? Nadie pide que una visita a domicilio o a consulta acabe
en una charla de una hora en la que se cuenten vida y milagros. Pero a veces ya
dudas de si es que nos han colado por fin los robots en nuestras vidas y no nos hemos dado
cuenta.
Elena, en su defensa de trabajo,
apuntaba a esta misma idea que según ella afecta especialmente a los
profesionales de la salud, pero que nos afecta en realidad a todos. Una
sociedad humana pero no siempre humanizada, como diría el sociólogo Donati.
Decía Elena que el cuidador
también debe ser atendido y tenido en cuenta por parte de los profesionales. Y
señalaba dos maneras concretas de proceder en el momento en que un profesional
entra en un domicilio, palabras textuales:
- Llegar, ejecutar y marcharse.
- Llegar, ejecutar, darte la vuelta, mirar a los ojos del cuidador, preguntarle cómo se llama, qué relación tiene con esa persona.
Concluía que es necesario cambiar
la perspectiva y orientarnos al cuidador. Y lo que es más importante, y esta me
parece la idea clave: hacer entender al cuidador que forma parte de nuestro
cuidado al igual que la persona dependiente/enferma.
De hecho al inicio de su defensa,
Elena dice: hemos asistido a un cambio de paradigma en el cuidado; el cuidador
ya no es esa persona que provee cuidado, ahora también necesita ser cuidado. Y
con el envejecimiento de la población, el aumento de la esperanza de vida, la
cronicidad del cuidado, los nuevos modelos familiares, el descenso del número de
hijos y la sobrecarga del cuidado, esa necesidad de cuidar a los cuidadores va
a ir sí o sí en aumento. Y sin duda tendrá un impacto real, profundo e
inminente en el sistema de atención primaria. Se entiende que por el aumento de
consultas de cuidadores con síntomas de sobrecarga, físicos y psíquicos. También
en los servicios sociales, por el previsible aumento de solicitudes de
ayudas, recursos y apoyos de todo tipo, para compartir el cuidado y hacerlo más llevadero.
Quizás haga falta primero que el
cuidador se sienta y sepa con derecho a ser cuidado, para entonces reclamar a la sociedad ese
cuidado como un derecho más. Y quizás así poco a poco cambiemos todos de
mentalidad y abramos por fin los ojos a una realidad que es cada vez más difícil de ignorar.
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