Cada vez con más frecuencia
aparece en los medios de comunicación la gran apuesta de futuro en el cuidado
asistencial: los robots cuidadores. Especialmente en Japón, parece que la
innovación tecnológica será la única alternativa a una sociedad sin cuidadores.
Le siguen EE.UU. y Reino Unido que también están haciendo una gran apuesta en
robótica. También España está trabajando en este campo.
Esta semana leía un artículo científico publicado en 2012 en la revista Ethics and Information Technology, titulado “Granny and the robots: ethical issues in robot care for the elderly”. Hacía un recorrido por los desarrollos más recientes en materia de robótica y su progresiva implantación en el ámbito asistencial. E indicaban en qué 3 aspectos principales podían ayudar los robots a las personas mayores: Asistencia, Monitoreo y Compañía.
Parece que las primeras
experiencias con robots cuidadores están despertando todo tipo de reacciones. El
año pasado salía publicado en internet que un consorcio europeo con
participación española ha desarrollado el robot GiraffPlus que “asiste a las
personas mayores en sus hogares, las conecta con su familia, amigos y médicos,
al tiempo que dispositivos que pueden llevar puestos y sensores colocados por
toda la casa no pierden de vista el estado de salud y las actividades de la
persona de la que se tienen que ocupar”.
Esta semana leía un artículo científico publicado en 2012 en la revista Ethics and Information Technology, titulado “Granny and the robots: ethical issues in robot care for the elderly”. Hacía un recorrido por los desarrollos más recientes en materia de robótica y su progresiva implantación en el ámbito asistencial. E indicaban en qué 3 aspectos principales podían ayudar los robots a las personas mayores: Asistencia, Monitoreo y Compañía.
Parece que en el más puro sentido
asistencial (recordar medicación, dar avisos por olvidos, consulta médica virtual,
control de alimentación, higiene y seguridad, supervisión, ayuda asistencial en
las actividades diarias, etc.), sin duda la
tecnología puede ser un gran avance.
Pero a continuación los autores
señalaban los “costes éticos” de la asistencia robotizada:
- La potencial reducción de cantidad de contacto humano
- Un incremento de los sentimientos de objetivación y pérdida de control
- Una pérdida de privacidad
- Una pérdida de libertad personal
- Decepción e infantilización
- Las circunstancias en que la gente mayor debería poder controlar los robots
Y planteaban además varias cuestiones enormemente interesantes:
- En la Carta Universal de los Derechos Humanos no están contemplados de manera explícita derechos y valores humanos que afectan especialmente a las personas mayores y podrían verse indirectamente vulnerados con la incorporación de robots: libertad, seguridad, bienestar, privacidad, relaciones sociales.
- Habitualmente se plantea el desarrollo de la robótica asistencial “evitando problemas éticos paralelos”. Pero no se aplica el enfoque de “lograr un desarrollo ético de la robótica” para el bienestar de las personas mayores y/o dependientes.
- La inversión tecnológica y el desarrollo e innovación en robótica asistencial, se plantea normalmente como alternativa a la sobrecarga social y al gasto público. Pero no como una oportunidad para la mejora del bienestar y calidad de vida de las personas que van a utilizarla.
Si hablamos de “cuidar” (y no
sólo de asistir), la realidad parece mostrar otra cara.
En Japón, no sólo se
plantea la incorporación de robots cuidadores el ámbito geriátrico asistencial,
también en hospitales, unidades hospitalarias infantiles e incluso guarderías.
Y además de su alto coste económico, que a día de hoy parece difícil de rebajar,
Japón (sus ciudadanos) ha manifestado su preferencia por ser cuidados por
humanos y no por máquinas. La propuesta del país nipón de introducir enfermeras
androides en hospitales con aspecto humano también plantea la posibilidad
del rechazo o la sensación de inseguridad o miedo de los pacientes. Así como la
fiabilidad y seguridad de estas máquinas en sus formas de interactuar y
funcionar en entornos humanos. Y por supuesto los problemas que se pueden
derivar del hecho de que las personas establezcan lazos sentimentales con las
máquinas, tema que ya saltó en 2013 a la palestra con la película “Her”
proyectada en cines. Más recientemente, la serie de televisión “Black mirror”
plantea futuros escenarios tecnológicos de lo más inquietantes. Y puede que más
cercanos de lo que creemos.
En otro artículo científico
publicado en 2006 titulado “Relational artifacts with children and elders: The
complexities of cyber-companionchip”, Turkle y otros investigadores señalaban: “El hecho
de que nuestros padres, abuelos y nuestros hijos puedan decir “te quiero” a un
robot que dirá a cambio “te quiero”, no resulta del todo confortable; saca a la
luz cuestiones sobre el tipo de autenticidad que requerimos de nuestra
tecnología”.
Se estima que dentro de 25 años el
cuidado podría llegar a estar plenamente robotizado.
Pero mientras, un sinfín de cuestiones
éticas que quedan al descubierto no deja tan claro a quién y en qué
beneficiarían realmente los robots cuidadores.
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