Ir al contenido principal

¿TENGO DERECHO A SUFRIR?

Cuánta sabiduría encierran los refranes y dichos populares que comunmente utilizamos sin detenernos a pensar en lo que de verdad estamos diciendo. Por ejemplo, "Al mal tiempo, buena cara". Entre otros...

Hoy más que nunca asistimos a una corriente de fervoroso positivismo que no siempre hace bien. 

La Psicología Positiva insiste en una idea tan obvia como necesaria: sé positivo, alimenta los buenos pensamientos y sentimientos, céntrate en las cosas buenas, intenta extraer siempre aprendizajes de todo lo que vivas, sé resiliente, siempre puedes ser más y mejor, esfuérzate por ser feliz y hacer felices a los demás. 

Sin embargo, esto mal entendido se traduce en: controla y no muestres tus sentimientos negativos, no incomodes a los demás con tus problemas, no te muestres débil, mantente siempre fuerte y optimista, que nadie te vea triste, pase lo que pase ten siempre una sonrisa. 

Y uno acaba preguntándose: ¿es que ya no tengo derecho a estar mal? ¡Que me dejen estar triste si me da la gana! Si quiero echarme una buena llorera y compadecerme un rato, ¡lo hago! ¡Y punto! 

Entiéndase, en su justa medida. Y, efectivamente, siendo resilientes: siempre adelante y aprendiendo de lo vivido.

Un día escuché decir a una amiga, y me hizo mucha gracia: "de lo único que tengo ganas es de llegar por fin a casa y quitarme esta sonrisa de la cara". ¡Ole!

 

Y ayer encontraba en las redes esta frase ilustrada que me parecía otra vez representativa de esa sociedad del "todo fenomenal". Donde parece que uno ya no tiene derecho ni a estar triste y mostrarlo al mundo.







Y pensaba, cómo no, en el cuidador. Esa persona que en la intimidad de su casa podrá desahogarse a placer. Lo dice el refrán: "Los trapos sucios se lavan en casa". Pero que en la calle y de cara a la galería se ve obligado a llevar constantemente una sonrisa y buen ánimo. 


¿El problema lo tiene ese cuidador que busca empatía y comprensión? ¿Lo tiene esa sociedad que no está preparada para escuchar y acoger al que sufre? ¿Nos incomoda el sufrimiento ajeno?


Encontraba la semana pasada estas viñetas de sensibilización sobre la depresión. Me parece que de alguna manera ilustran lo que puede experimentar el cuidador y cualquier persona en esta sociedad donde parece que esconder y esconderse es la mejor opción. O la única permitida.  













 
 Querer ser comprendido, buscar comprensión, ofrecer comprensión y sentirse comprendido, son al final las múltiples caras de un mismo poliedro. Y en definitiva una responsabilidad compartida.




Comentarios