¿POR QUÉ INFANTILIZAMOS A LOS MAYORES?

Mural de celebración de la primavera. Árbol, flores, mariposas, un estanque con ranas, un sol sonriente, una nube tormentosa. Típica estampa de una escuela. Posiblemente el trabajo de un aula de educación primaria. ¿Quizás de niños de 6, 7 años?






En realidad es el pasillo de una residencia de personas mayores. Y el mural el resultado de quién sabe cuántas sesiones de terapia ocupacional. El trabajo de personas de, posiblemente, 75-80 años en adelante. 


He oído y leído en numerosas ocasiones la denuncia que tantos profesionales hacen sobre la infantilización de las personas mayores. Cuestión que atenta contra su dignidad. Yo misma he sido testigo tantas veces de ese trato infantilizador, de tantas personas que hablan y se dirigen a los mayores como si se hallaran frente a un niño: las mismas frases simplonas, el mismo tono “ñoño”. Con un niño resulta enternecedor. Con un anciano es devastador. Son mayores, no tontos. Tampoco niños, aunque su comportamiento parezca indicar lo contrario.


El día que tomaba esta foto visitaba una residencia de ancianos de Navarra (no diré cuál porque no es ni mucho menos mi intención acusar a nadie. También porque sé que esta estampa es ciertamente habitual en muchas de las residencias que podamos conocer). Minutos antes había estado en una de las salas, conversando con un grupo de residentes que se disponía a jugar a “los seises”, como cada tarde. Mientras otro grupo de personas tenía la mirada perdida puesta en la televisión, dispuestos en dos hileras, una detrás de otra. Todos juntos, pero sin conversar entre ellos. Una vez más pensé en aquello del “envejecimiento activo”, la soledad, la compañía, el bienestar objetivo, subjetivo, la felicidad... Decidí pasear un poco por la residencia, a ver qué encontraba. Y sólo 5 pasos más allá, ya en el pasillo, me encuentro con el mural. 


Algunos pensarán que exagero. Hay quien lo de “infantilizar a los mayores” por un simple dibujo de la primavera lo verá “sacar los pies del tiesto”. Puede que sí o puede que no. Pero lo que sí puedo decir es que en ese momento tenía ante mí una imagen en dos planos que simultáneamente chocaban entre sí. Algo no encajaba. Yo de pie en el pasillo, de frente el mural de la primavera que me trasladaba a una escuela de primaria y la imagen en mi mente de un grupo de niños alegres, creativos, activos, y de fondo , en la sala de detrás, las dos hileras de personas mayores con la mirada perdida, apenas pestañeando, somnolientas, ajenos a su entorno. Nuevamente rondaron por mi mente de forma simultánea distintas ideas, conceptos sobre los que tantas veces he leído: el significado de envejecer, los proyectos personales, la actividad, las relaciones, el arraigo familiar, el sentido de la vida. Y las dos imágenes superpuestas seguían sin cuadrar. 

¿Por qué seguimos infantilizando a las personas mayores?

¿No existen materiales y actividades adaptados a su edad?


¿Cómo dar sentido y utilidad a tareas que jamás pediríamos realizar a una persona mayor que no viva en una residencia?


¿Debe, la terapia ocupacional en las residencias, adoptar otro enfoque, utilizar otros medios, repensar  su finalidad?


¿Las familias tendrían también algo que decir y exigir a este respecto?


¿Debemos concienciar a los propios mayores y a sus familias de que también la adaptación y personalización de actividades y materiales significativos y estimuladores son un derecho como persona y como cliente, como lo son la asistencia sanitaria, la alimentación y la higiene?




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