En realidad es el pasillo de una residencia de personas mayores. Y el mural el resultado de quién sabe cuántas sesiones de terapia ocupacional. El trabajo de personas de, posiblemente, 75-80 años en adelante.
He oído y leído en numerosas
ocasiones la denuncia que tantos profesionales hacen sobre la infantilización
de las personas mayores. Cuestión que atenta contra su dignidad. Yo misma he
sido testigo tantas veces de ese trato infantilizador, de tantas personas que
hablan y se dirigen a los mayores como si se hallaran frente a un niño: las
mismas frases simplonas, el mismo tono “ñoño”. Con un niño resulta enternecedor.
Con un anciano es devastador. Son mayores, no tontos. Tampoco niños, aunque su
comportamiento parezca indicar lo contrario.
El día que tomaba esta foto visitaba
una residencia de ancianos de Navarra (no diré cuál porque no es ni mucho menos
mi intención acusar a nadie. También porque sé que esta estampa es ciertamente
habitual en muchas de las residencias que podamos conocer). Minutos antes había
estado en una de las salas, conversando con un grupo de residentes que se
disponía a jugar a “los seises”, como cada tarde. Mientras otro grupo de personas
tenía la mirada perdida puesta en la televisión, dispuestos en dos hileras, una
detrás de otra. Todos juntos, pero sin conversar entre ellos. Una vez más pensé
en aquello del “envejecimiento activo”, la soledad, la compañía, el bienestar
objetivo, subjetivo, la felicidad... Decidí pasear un poco por la residencia, a
ver qué encontraba. Y sólo 5 pasos más allá, ya en el pasillo, me encuentro con
el mural.
Algunos pensarán que exagero. Hay
quien lo de “infantilizar a los mayores” por un simple dibujo de la primavera
lo verá “sacar los pies del tiesto”. Puede que sí o puede que no. Pero lo que
sí puedo decir es que en ese momento tenía ante mí una imagen en dos planos que
simultáneamente chocaban entre sí. Algo no encajaba. Yo de pie en el pasillo, de
frente el mural de la primavera que me trasladaba a una escuela de primaria y
la imagen en mi mente de un grupo de niños alegres, creativos, activos, y de fondo , en la sala de detrás, las
dos hileras de personas mayores con la mirada perdida, apenas pestañeando,
somnolientas, ajenos a su entorno. Nuevamente rondaron por mi mente de forma
simultánea distintas ideas, conceptos sobre los que tantas veces he leído: el significado
de envejecer, los proyectos personales, la actividad, las relaciones, el
arraigo familiar, el sentido de la vida. Y las dos imágenes superpuestas
seguían sin cuadrar.
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