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SUPER CUIDADORES: PROTAGONISTAS Y DEPENDIENTES



Pensemos hoy durante unos minutos sobre la figura del “Súper Cuidador”. O mejor dicho, la “Súper Cuidadora”, que es lo más habitual. 

¿Son verdaderas heroínas dignas de admiración y reconocimineto público? ¿O cuidadoras excesivamente centradas en aquello que hacen, hasta el punto de no reconocer las verdaderas necesidades de la persona dependiente? 
¿Importa más cuidar, o la persona a la que se cuida? 
¿Quién es el verdadero protagonista de esta historia?

Quizás algunos de los que leéis este blog tenéis experiencia directa o conocéis a alguna persona que refleja lo que a continuación voy a describir.


Las "Súper Cuidadoras" son (desde mi experiencia más o menos directa en estos años) aquellas personas para quienes su vida gira precisamente en torno al cuidado. Hasta tal punto que podría decirse que viven sólo por y para cuidar. Pero ojo, su interés no se centra tanto en la persona a la que atienden, sino en la función que desempeñan. De hecho la relación de cuidado que se crea y la propia persona enferma de alguna manera pasan a un segundo plano. No es algo consciente para ellas, pero sí patente para quienes lo vemos desde fuera. Lo que aparentemente puede parecer abnegación y sacrificio total, en realidad parece esconder un cierto egoísmo que lleva a la cuidadora a acaparar por completo el cuidado, hacerlo exclusivamente suyo y finalmente centrar en ella misma el protagonismo, consciente o inconscientemente. 

Lo que de verdad acaba importando a estas cuidadoras (aunque ellas no se dan cuenta) es aquello que les reporta la labor que desempeñan en cuanto a satisfacción y bienestar personal: se sienten satisfechas con aquello que hacen, útiles y necesarias para otros, reciben la admiración y reconocimiento de los demás, parecen dar un sentido a su vidas, sienten que hacen algo verdaderamente importante, etc. Pierden de alguna manera el verdadero sentido de cuidar al asumir un protagonismo que no corresponde. Y sobre todo al negar la realidad de que su familiar puede no estar siendo cuidado dónde, cómo, ni por quién debiera. Lo importante es que ellas cuidan, lo hacen solas, son autosuficientes, no necesitan de otros ni abandonan a sus familiares, se sacrifican y además no molestan a nadie. Este pensamiento impide valorar la situación con objetividad y realismo y en ciertas ocasiones llega a crear contextos de cuidado (o descuido) en los domicilios privados en los que ya no está asegurado el bienestar de la propia persona enferma, poniendo en peligro su propia calidad de vida.Esta excesiva focalización en el cuidado pudiera deberse a infinidad de motivos, entre otros (según mi propia experiencia y lo que he observado e interpretado): 
  • porque el hecho de cuidar de su familiar lo viven como una prueba que tienen que ganar sí o sí
  • porque se sienten observada y juzgadas y se ve en la obligación de rendir al máximo
  • porque creen que efectivamente son las únicas capaces de cuidar bien de su familiar
  • porque son ellas realmente las dependientes que necesitan del cuidado para dar un sentido y significado a sus vidas

Esta última idea parece reflejar en muchos casos lo que casi podría entenderse como dependencia entre las cuidadoras y cuidado: ya no sabrían vivir sin cuidar. No pueden prescindir ya de una labor que dejaría un vacío en sus vidas difícil de rellenar con otra cosa.Tanto es así que ante la sola idea o sugerencia por parte de familiares y terceras personas de buscar ayuda profesional o pensar en la institucionalización de la persona enferma, estas cuidadoras dan todo tipo de razones para no ceder ante la presión: “no voy a meter a desconocidos en mi casa”, “dónde va a estar mejor que aquí”, “quién le va a cuidar mejor que su propia familia”, “yo no le voy a abandonar en una residencia”, “nosotros no nos desprendemos de nuestros enfermos”. Con el consiguiente sentimiento de culpabilidad o vergüenza que pueden generar en aquellos que se atreven a sugerir tales alternativas.

Ojo, vaya por delante que esto no es ni mucho menos una crítica a las cuidadoras, tampoco un rechazo o falta de reconocimiento a la enorme, incalculable y casi siempre callada labor que desempeñan. Estaríamos echando piedras sobre nuestro propio tejado. Pero sí quisiera llamar la atención sobre un hecho que suele darse de puertas para adentro en tantas familias y que a la larga trae tantos problemas:

  • para el propio cuidador, quien de algún modo pierde de vista su objetivo real
  • para la persona cuidada, quien a veces no recibe la atención que precisa por parte del profesional idóneo y en el entorno más recomendable
  • y también para la familia, que es testigo y se enfrenta a conflictos internos y deterioro de las relaciones por las decisiones que se toman o, peor aún, que se dejan de tomar

Estas Súper Cuidadoras suelen ser además objeto de admiración por parte de quienes, sin conocer la realidad en toda su crudeza, alagan a quien parece una persona sacrificada, totalmente entregada en cuerpo y alma a una noble causa. Lejos de ayudar, esto refuerza a aquellas cuidadoras en su convencimiento de aquello que hacen y además desautoriza a quienes se atreven a poner en duda lo generoso y sensato de su empecinamiento, normalmente los familiares más cercanos que ven lo incongruente de la situación. 

Comas d'Argemir y Roca (1993) se refería a lo que yo he denominado “Súper Cuidadora” con el término de “mater dolorosa”, y señalaba que cuánto más costoso y doloroso es el cuidado, más amor por cuidar demuestran, a la vez que el sólo hecho de evitar la institucionalización de la persona enferma y asumir en exclusiva su cuidado, parecía ser siempre motivo de reconocimiento y admiración generales. En cualquier caso, parecen postularse ellas mismas candidatas a monumentos y altares. 

Pero al mismo tiempo es curioso y resulta paradójico descubrir que de alguna manera estas Súper Cuidadoras dan con ciertas vías de escape, momentos de desahogo en los que expresan la dureza y sacrificio que les supone cuidar, sobre todo con su entorno más próximo. Manifiestan el enorme sacrificio que supone para ellas cuidar y la gravedad de la carga que ellas solas llevan contra viento y marea, sin necesitar de nada ni de nadie. Porque ellas cuidan. De esta manera consiguen hacer partícipes a los demás de los sinsabores que acarrea la gran labor que asumen en solitario pero sin dar nunca pie a plantear alternativas o soluciones ni tomar decisiones que sólo les corresponden a ellas. Porque en realidad no quieren que nadie les prive de la tarea de la que ya no pueden prescindir.



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