Habitualmente se oye hablar y se
lee sobre la necesidad que tiene el cuidador de no descuidar su propia vida
personal y social y sobre el riesgo de dedicar las 24 horas del día al cuidado
de la persona dependiente.
También es cierto que cuando
hablas directamente con los cuidadores y las familias es común oír cómo,
efectivamente, reconocen que deberían disponer de tiempo libre para descansar,
salir, realizar hobbies, quedar con amigos, familia, dedicarse a otras
obligaciones. Son conscientes de que el cuidado que les absorbe acaba siendo negativo para ellos mismos y para la persona a la que cuidan, sobre quien descargan su frustración y malestar. Pero también se quejan (y no les falta razón) de
que es difícil conseguir ese tiempo para ellos mismos cuando la familia, la
administración u otros servicios de asistencia y apoyo no van a cubrir esas
horas que el cuidador se reserva para él. ¿Cómo aconsejar a los cuidadores que
dispongan de tiempo para ellos si en muchos casos saben que sus familiares se
quedarían solos?
Desde mi propia experiencia, a lo largo de
estos últimos años he sido testigo de los comentarios más diversos: “sois jóvenes,
tenéis que salir y seguir con vuestra vida”, “vosotros salir que nosotros ya
nos encargamos de tal o tal cosa”, o, “no la dejéis nunca sola, estar
pendientes de ella”, “no sé cómo salís los fines de semana sabiendo que se
queda sola”, “yo si fuera tú ni me planteaba salir de casa dejándola sola”.
Lo primero que aprendes es a
relativizar, filtrar y hacer oídos sordos ante ciertos comentarios. Sabes que
todos son con buena intención y los que te los dicen quieren ayudar. Pero
también sabes que no todas las
personas entienden lo que vives y el impacto que está teniendo en tu vida. Y
que también es muy fácil juzgar y opinar desde fuera cuando no se es cuidador
menor de 30 años de una persona dependiente de también joven. Y en vez de en bodas piensas en funerales, en vez de en cunas piensas en camas articuladas y sillas de ruedas y en vez de en vacaciones lo primero que te viene a la mente es si te podrás coordinar con otros para que no se quede sola.
En lo que yo he vivido, quizás por
juventud, porque la familia ayuda, porque no existen otras obligaciones
importantes (familia, hijos, cuidado de otras personas) o porque te aferras a la idea de que la vida no se te puede “truncar” ya desde ahora, se ha intentado compatibilizar
vida personal y social con el cuidado. Han continuado las salidas, las quedadas, los hobbies, los viajes. Aunque por supuesto haciendo
sacrificios y cambiando planes porque los horarios y obligaciones que conlleva
el cuidado no siempre son compatibles con lo que uno quiere. Ayuda la familia y personas que colaboran en el cuidado.
Pero personalmente creo que también es decisión personal el no dejarse absorber por el cuidado y buscar las ayudas y medios necesarios para que otras
personas e instituciones colaboren con los cuidadores. De tal manera que cuando el cuidador se va de casa, sale de la ciudad, hace planes, no se sienta culpable con la idea de que descuida a su familiar. Porque de alguna manera es imprescindible entender que para cuidar, hay que cuidarse. Y sobre todo en el caso de cuidadores jóvenes, y aunque no se siempre se entienda desde fuera, lo propio de la edad es seguir saliendo y
haciendo vida social porque queda toda una vida por delante todavía por hacer, aunque a ello deba añadirse el esfuerzo y sacrificio que implica cuidar desde tan temprano de alguien dependiente.
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