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¿QUIÉN CUBRE LAS NECESIDADES NO MATERIALES DE LA FAMILIA CUIDADORA?


En la entrada “¿Las necesidadesde la familia cuidadora son sólo económicas o materiales?” terminaba con la siguiente pregunta que lanzaba al aire: 

“¿Quién satisface esas necesidades no cubiertas?”


Efectivamente, explicaba que la familia cuidadora tiene necesidades económicas, materiales, institucionales, técnicas, pero también necesidades personales, sociales, psico-emocionales, espirituales y relacionales. Si las primeras las cubre (en principio, puesto que es su papel) el Estado (y las instituciones públicas) y el mercado (léase empresas, instituciones privadas, etc.), ¿quién cubre las segundas?.

Ciertamente no es papel del Estado ni de la Administración pública el hablar personalmente con cada uno de los enfermos y familiares, tampoco va a acudir a nuestras casas a darnos cariño y afecto y ofrecernos su hombro para desahogarnos. Tampoco va a ayudarnos a dar sentido y significado al cuidado y afrontar el proceso de duelo y la inevitable muerte de nuestro familiar. No le corresponden esas funciones, no tiene capacidad estructural para ello ni tampoco es factible puesto que las relaciones que el Estado establece con las personas enfermas y las familias son indirectas, mecánicas, burocráticas, distantes y frías.


Entonces, ¿qué otros agentes o instituciones sociales (véase que no hablo de “público” o “privado” sino de SOCIALES) contribuirán de una u otra forma a atender y cubrir esas necesidades? 

Estamos hablando de necesidades HUMANAS y que por tanto precisan de relaciones humanas, cercanas, cara a cara, en las que lo importante sea la persona y no el trámite, su situación personal y no el caso número tal.  Y para ello se precisa la creación de espacios, medios y servicios más humanos y humanizados, que faciliten el encuentro personal y sitúen a la persona como centro de su acción. 


Son las propias familias, las redes familiares (habitualmente se refiere a ellas como “redes de apoyo”) y organizaciones sociales las más idóneas para crear este tipo de relaciones que precisan las familias cuidadoras, generadoras de confianza, cercanía, seguridad, empatía, comprensión, afecto, compañía, etc. Relaciones que ni el Estado ni el Mercado son capaces de producir, puesto que el primero se mueve en la lógica de la norma y el segundo en la lógica de mercado. Familia y sociedad en cambio se mueven (o deberían moverse) en la lógica del don, la reciprocidad, la solidaridad, lo humano. 
  

Saco este tema a relucir aquí porque cada día somos más conscientes del apoyo que asociaciones, fundaciones, ONGs, agrupaciones vecinales y familias dan a las familias cuidadoras y a las personas enfermas. Y por ello pienso que estas organizaciones de iniciativa social pueden y deben, en la actualidad, ejercer un papel fundamental en el apoyo a la familia cuidadora, en aquella función que le es propia y natural pero para la cual necesita de ayuda subsidiaria. Además de contar con el reconocimiento, respaldo y apoyo (institucional y económico) de la Administración Pública y la empresa privada.


Lo deseable sería, por tanto, que las familias cuidadoras pudieran contar con todos los bienes que a su disposición ponen todos los agentes sociales: el Estado y la Administración con las ayudas, subvenciones y bienes y servicios públicos y reconocimiento de derechos individuales pero también familiares; las empresas con la provisión de materiales, recursos, profesionales e instituciones de atención y cuidado de mayores; las redes familiares con el apoyo directo, el intercambio y las propias relaciones familiares; y las organizaciones sociales con los servicios de voluntariado de apoyo a las familias y cuidado y atención de personas mayores y con las propias relaciones sociales que generan esas relaciones humanas. Sólo a través de la colaboración entre agentes sociales es como puede llegar a atenderse verdaderamente todas las necesidades de la familia cuidadora. 




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