Cuando hablamos de la “familia cuidadora” y de sus necesidades, a nuestra
mente siempre acuden, normalmente, las mismas cuestiones: servicio
asistencial, cuidado de ancianos, ayudas económicas, apoyos materiales,
cambios en la vivienda, ingreso en residencias, subvenciones, Ley de
Dependencia, SAD (Servicio de Ayuda a Domicilio), asociaciones, etc. En definitiva, todas ellas ayudas, principalmente, de carácter económico,
material y monetario, que se derivan sobre todo de nuestros derechos
como ciudadanos. Bien es cierto que un diagnóstico de dependencia conlleva para
la familia la asunción de grandes gastos, la inversión de considerables
cantidades de dinero, cambios y adaptaciones en la vivienda, compra de
material, medicamentos y posible contratación de servicios y profesionales.
Pero, ¿todas las
necesidades de la familia cuidadora se reducen al plano económico o material?
Surgen también otras necesidades que podríamos denominarlas personales,
afectivas, sociales, psicológicas y relacionales. Incluso espirituales o religiosas. Necesidades que comienzan
a emerger principalmente en el momento en que los familiares
cuidadores empiezan a manifestar lo que podrían considerarse los
síntomas del denominado “síndrome del cuidador”, también denominado burnout o
“síndrome del quemado”. Porque no nos olvidemos de que las necesidades no
atañen sólo a la persona sino también a la familia que cuida de ella.
¿A qué síntomas me estoy refiriendo?: estrés, cansancio, tristeza, falta de
sueño, sensación de exceso de sacrificio personal, sensación de
aislamiento respecto al resto de la familia y del entorno próximo, falta
de dedicación a su propia familia nuclear (marido/mujer e hijos), pérdida
de amistades y relaciones sociales, falta de tiempo para uno mismo, renuncia a hobbies e intereses personales, abandono del
puesto de trabajo, sentimientos de impotencia, de no estar haciendo las
cosas bien, de no dar al familiar dependiente el trato que se merece,
frustración por verse en esa situación, sentimientos de culpabilidad por
tener pensamientos negativos hacia el familiar y su situación, etc. Incluso sintomatologías más graves relacionadas con el estrés y la ansiedad.
¿Qué ocurre entonces
cuando la persona cuidadora (la familia) cuenta con todas las ayudas,
subvenciones y apoyos económicos, materiales y profesionales necesarios
(si tiene la suerte) y aún así siente desatendida e incomprendida?
En ese momento se pone de pone de manifiesto que la familia cuidadora tiene
además otras necesidades que van más allá de lo puramente material, económico o
monetario.
- Necesidad de hablar con otras personas que estén pasando por lo mismo y hallar consuelo y desahogo
- Necesidad de sentir que cuenta con el apoyo de otros familiares y personas cercanas para el cuidado de la persona dependiente
- Necesidad de saber que lo que hace, lo hace bien
- Necesidad de sentir que su labor de cuidador es reconocida socialmente
- Necesidad de mantener relaciones sociales e incluso hacer nuevas amistades
- Necesidad de participar en actividades que sigan favoreciendo su propio crecimiento personal y que además le sirvan de distracción
- Necesidad de compatibilizar el cuidado del familiar con su propia vida personal y su propia familia (marido/mujer e hijos).
- Necesidad, en definitiva, de asumir la misión que le corresponde en un momento dado de su vida de cuidar y atender a un familiar dependiente, pero al mismo tiempo continuar con su propio proyecto vital.
Y así un largo etcétera de necesidades que, claramente, no se cubren con
dinero, al menos no directamente.
No pensemos que cuidar, y cuidar de una persona dependiente, es sólo
cuestión de dinero y recursos. Es cuestión de fortaleza psicológica, de
relaciones sociales, de proyecto vital, de sacrificio personal y de una visión
trascendente de lo que significa cuidar y amar a los demás a pesar de las
circunstancias que les rodeen. Quizás por eso la investigación demuestra que
familias de bajos recursos aceptan y asumen el cuidado de sus familiares, y lo
afrontan con fuerza y presencia de ánimo. Mientras que otras familias que
cuentan con todos los recursos y apoyos materiales e institucionales deseables,
se ven superadas por las circunstancias, hasta el punto de peligrar la misma
estructura familiar.
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